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Pavimentos de piedra en calles y plazas

Pavimentos de piedra en calles y plazas

Te despiertas una mañana cualquiera, una mañana en la que el despertador te saca de un armonioso descanso para recordarte que has de ir caminando al trabajo porque tu coche está averiado. Decides escoger un camino alternativo al habitual, y de repente, lo que parecía el principio de un día no demasiado bueno se convierte, cuando diriges tu vista al suelo, en una mañana diferente a las demás.

Y es que tus pies sienten algo distinto al tacto de tus botas con el pavimento, tu mente se siente transportada a otra época, sin el ruido de los coches enfadados con sus dueños haciendo sonar el claxon desde poco más tarde del desayuno.

Adoquín de piedra natural

Caminas, y cada una de las baldosas de piedra que dejas atrás en la calle te transmite una historia: te cuenta la vida de la piedra natural que dio lugar a ese pequeño adoquín de piedra en el suelo, las aventuras del cochero que tantas veces hizo en vida el camino hasta la plaza y como sus caballos dejaron su marca en el pavimento, te cuenta las lluvias que han regado esas baldosas de piedra y el poema que cada una de sus gotas escribió a lo largo de la calle.

Lo que era el atisbo de un martes gris y apagado se ha convertido, gracias al adoquín de piedra que ha robado la admiración de tus ojos, en un fugaz viaje en el tiempo en el que, tras un parpadeo de placer al sentir un masaje inesperado al final de tus piernas, te regresa al presente con una sonrisa que ilumina el resto de la jornada.

La magia de la piedra natural

Y es que, sin necesidad de meditar nada, sabes que necesitas que esa calle mantenga en el suelo esa magia que te absorbe. Quizás no vuelvas otro día de camino al trabajo, pero olvidarás de nuevo tu segundo utilitario en el garaje en favor de volver a sentir la explosión cultural de la plaza, el patrimonio oculto en la piedra natural formada hace miles de años, la música que suena en ese rincón de la ciudad que ahora sabes que necesitas, que te hace falta intacta porque, algún día, querrás decirle a tus hijos: "una vez, estas baldosas de piedra me salvaron de la tristeza".

 
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